Como Jesucristo multiplicó panes y peces para alimentar a multitudes, físicamente hambrietas, así continua multiplicando la santa harina de su palabra pura, libre de perversas levaduras, que su Espíritu la hace vivificadora, procreando más discípulos suyos, para que sean divinas semillas, hijos de su reino, siempre dispuestas al sacrificio vivo y diario de sus vidas, en el altar de su Iglesia Universal, injertados en su árbil de vida eterna, que nos hace dar más y mejores frutos del Espíritu Santo, para alimentar a todos los que tienen hambre y sed de Dios y de su justicia.

Como dice Efesios 6, vivamos siempre armados con la armadura de Dios, para avanzar sin tregua, luchando contra el mal y venciéndolo con el bien divino, sin descuidar nunca tener bien ceñidos los lomos con la Verdad, para que no pueda el diablo traidor atacarnos por la espalda, que es su estrategia preferida, pues Cristo mismo que es absolutamente verdadero, cubre vivir diciendo lo mismo que El dijo, en juan 4:34: jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.